CREO

Creo en el Amor
cuando te amo.

Creo en el Deseo
cuando me deseas.



AUNQUE EL UNIVERSO TERMINE

Aunque el Universo termine mañana,
sea por lo que puta fuere,

más cerca de la Tierra que se Prometieron
estarán los Pueblos

¡inexorable-
mente!

. . .

 Porque es inexorable
que las cosas terminen, David Siqueiros,

 porque es inexorable
otro manzano el día anterior, Martín Luther King,

 ¡porque es inexorable
que los Pueblos caminen, Chicha Chorobik!

. . .

Cre-
o.



COLMADO

Colmado  de mí
y de otros

(de vos,
de sabidos y desconocidos,

de queridos y malqueridos,
de desaparecidos y venideros);

con restos del oro de las estrellas
y de los vacíos entre las estrellas;

hecho por mi cuenta
y por otros,

con una mano que escribe
y otra que fuera hendida;

en
discordancias;

¡me tenso con Latinoamérica
y  crujo!

. . .

Moriré en cada célula
(no quisiera).

. . .

Masallé, el Universo,
(con la sabiduría irreprochable de la evolución)

me hará en otros
(en un grano de salitre,

en una astilla de aromo,
en la rama de un rayo,…)

materia
y energía.



DEMASIADO

Demasiado es:
el Mundo de grande,

la Vida de única y eterna,
el Hombre y la Mujer nobles de excelsos,

la Lengua Latinoamericana
de palabras sin descubrir,

La Plaza de Mayo
de pasos ciudadanos resueltos,

Carhué, Epecuén y Masallé
de terruño y alrededor, . . .

¡como para ser -en un chasquido-
la Muerte!



LA VERDAD

La Verdad
es la Gente,

y bajo toda la Gente,
los Empobrecidos,

y bajo todos los Empobrecidos,
los Niños Empobrecidos.

. . .

¿A dónde van
los Niños Empobrecidos?

. . .

¿A dónde va
la otra gente?



EN EL TECHO DEL PATIO

En el techo del patio
agosto ha llenado el aromo de flores.

Desde la quieta cocina,
el árbol parece una llamarada amarilla

ardiendo inextinguible
entre las impávidas adelfas y abelias.

A mis pies, en un piso baldeado
también por agosto de violetas floridas,

los gatos duermen como un solo quillango
sus sueños de gatos.

. . .

El resto del jardín
hiberna.



LA NOCHE

La noche se filtra bajo la puerta de la cocina,
en un humo azabachado con ricos chispeos.

La respiro
inmensamente.

Los alvéolos
-que sólo han conocido el oxígeno y el dióxido de carbono-

se colman de estrellas.
El cuerpo se hace “Camino de Santiago”,

Sandra
y Rubén.



SEÑORA (a la Justicia)

Señora
te quiero:

rápida, laboriosa
y recta,

independiente y desde la urna.
Ciega o vendada,

balanza de precisión en mano
y duro gavél.

Cobijando entre tus pliegues transparentes
al sin poder, al sin riquezas.

. . .

Señora
te quiero Justicia.

. . .

Señora,
nada más.



ESTARÁN

¿Estarán la primavera y el regurgite de septiembre
en cualquiera de estos matinales abrires de ventanas?

Los forasteros colibríes:
¿del jazmín florido a la madreselva irán y vendrán?

Mis gatos parroquianos del sol de invierno:
¿parroquianos seguirán?

¿Estarán?, 
¿seguirán?

. . .

La Vida, que de vida viene y viene,
¡lo proclama!

. . .

Mas,
¿dónde mi Patria estará?



DUERME

Duerme un poder en la Tierra
inconsciente de su colosal poderío.

Lava y rocas milenarias
de tanto en tanto despierta

y por las laderas de un Vesubio escupe
con el santo, con el diablo y con brío.

Gesta caminos y caminantes
los enciende, encrespa, concierta

y a la mar de la libertad los conduce
por amazónico e ígneo río.

Pero no es exacto, no es completo,
sólo una fuerza sagrada, aún dispersa, aún incierta.

. . .

Duerme un poder en la Tierra,
¡es la Humanidad!, yo confío.



POR LA CALLE

Por la calle vacía y el domingo de guardar
iba el día y el viento.

De tanto en tanto,
un pedazo de cartón del tamaño de su vida

golpeaba la ventana de la habitación,
polvoriento y desorientado.

La mujer con enagua, arqueada como una ce mayúscula,
miraba a ningún lado.

En el insulso cemento,
la tierra de las afueras

se acumulaba
y desacumulaba.



VOY TRAS DE TI

Voy tras de ti
porque te fuiste.

. . .

Oscuro,
siguiéndote como una noche de helada y sin luna.

Desequilibrado,
en los pasos que por las calles de Carhué dejaste.

. . .

Voy tras de ti,
por tu inalcanzable día.

Voy tras de ti,
cruzando la muerte.



EL LIENZO

El lienzo blanco, vacío,
era una ventana de campo

que al pintar
se poblaba de paisajes, de calles, de personas.

. . .

Edu solía, entre pincelada y pincelada,
caminar por él.

Cerraba los ojos pequeños, despoblados de pestañas,
acercaba el rostro cuarentón al cuadro,

olía el barro fresco de los óleos,
sorbía un trago de vino,

tocaba con su nariz los colores,
caminaba hasta perderse en él.

. . .

El cuadro,
eran esos paseos.



EL CABELLO DE LEONORA

El cabello de Leonora era una falda larga
paseada, al salir la siesta, por una excursión infatigable de dedos;

y la finadita cascada del arroyo Pigüé
cayendo oscura por su ladera  trasera de tierra clara, donde me inundaba.

El cabello de Leonora era el telón de aquel cine perdido en Mar del Plata
que al correrse estrenaba “Camila” de María Luisa Bemberg;

y una lluvia de primavera
que hacía crecer seda en su tierra y dedos en mis manos.

. . .

Yo la visitaba, al salir la siesta,
con esa vanguardia de dedos en la falda y en su pelo que me anunciaban.



DESCONFIÉ

Desconfié del día
cuando se hizo noche

y del ave batiendo
al dejar de volar, al anidar y dormir.

Desconfié de mi rubio aromo
al pasar agosto,

de esas idas
que son volveres

y del redentor candidato
cuando funcionario fue.

. . .

¡Y el hombre se va en costumbres!
y con el ave dormida y el funcionario de turno


y con la noche oscura
y el aromo verde,

escribiendo, caminando, amando,…
me acostumbré.

. . .

Hoy,
desconfío de vos 

que honesto en la calle,
en el tiempo,

¡honesto
y tan alto seguís!



SE TRATA

Se trata
de que la vida sea bella…

Es
decir,

se trata
de que la vida sea digna

al abrir la ventana
cualquier día.



QUÉ HICE

¿Qué hice mujer para que me amaras
más allá de la noche,

del reloj
y de aquella estrella?

¿de mis posibilidades e imposibilidades?
¿de mis movimientos ventriculares izquierdos?

¿Qué, para que me hicieras fuerte?
¡duna inmutable del Masallé!,

¿más sólido y blanco, incluso, de lo que pensara?
¡salitre apretujado del Epecuén!:

¿Escuchar tus sombras?
¿tu segundero?

¿tu luna llena
por las ramblas medianocheras de Carhué?

¿tenderte mi brazo creciente
como bufanda o serpiente?

. . .

Dime dime
¡qué volverte debo mañana!



LAS PALABRAS AQUELLAS

Las palabras aquellas
eran papelitos de colores, serpentinas al aire.

. . .

[Hay gente que le gustan los papelitos de colores y la serpentina:
traen a su frente algún carnaval de barrio,

de chirriantes mascaritas
y música bailadora,

de falsetes y cerveza caliente,
de locuras que arañan finuras y circunspecciones diarias.

. . .

A otra gente
le anuncian la llegada del circo

con payasos, hombres forzudos, escapistas, magos y demás,
¡ya sin animales!

. . .

Están los inconformistas
que no gustan de carnavales ni de circos,

¡son los inconformistas
de mierda!]

. . .

Las palabras aquellas
eran así.



MARIO

Mario era de sólo… levantarse a las siete,
dar de comer a las batarazas

y jugar con el perro en la tierra.
Tomar unos mates con Elisa,

despertar a Juanita y Nina e ir al taller.
Así.

Era de sólo… trabajar fuerte,
volver y poner la mesa y reír y no reír en la comida.

Amar con Elisa. Ver el cuaderno de cada pequeña
y trabajar.

Tras las diez, de sólo…
ir juntos por un helado -cuando se podía-

y reír y no reír.
 Así.

. . .

Hoy,
antes de la pequeña cocina,

Mario escupió en la jamba derecha
un dolor de tiempo y necesidades.

Atravesó la puerta y besó a Elisa y acarició a sus hijas.
Así.



ESCRIBE EL LECTOR

Escribe el lector cuando lee:
“la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros… ”

Escribe su propio amor,
su propia noche, sus propias estrellas.

Sus brazos,
esos que sostienen el “Poema XX”,

no son los de Neruda,
¡tampoco el corazón que tirita al leerlo!

. . .

Su memoria es otra.
Es otro ese vestido azul y ese sombrero de paja.

. . .

Por eso el lector
-al leer en el pórtico o bajo el aromo

o a la orilla del lago
o con el vestido azul o el sombrero de paja-

lee, lee y lee
¡y escribe otro poema!



GERMÁN

Germán limpiaba la plaza desde los 36.
Le gustaban sobremanera los liquidámbares, y en otoño.

Sus brotes, lo sabía, ya estaban ahí.
Aún oscuros, pero ahí, en septiembre.

Los tocó suavemente recordando los de años anteriores;
no pudo mucho, salvo la partida de ella.

. . .

Al girar, vio dos papelitos en el banco cercano,
eran tiques de la mutual de unos ochocientos y mil pesos.

Se quedó mirándolos
junto con el sol de septiembre,

los redondos y erizados frutos y tres palomas a unos metros.
Los recogió y siguió entre sus árboles.

. . .

¿Qué había antes de los liquidámbares?
No pudo recordar, salvo… y siguió entre sus árboles brotando.



DECIDIERON JUGAR

Decidieron jugar a la rayuela.
La diagonal de los liquidámbares,

sus caderas suavemente adosadas
(suavemente gastadas)

y el cielo azul de mayo y de Carhué,
se prestaban.

Decidieron jugarla unidos.
(no sabían otra forma)

. . .


Simultáneamente y porque sí
(por que se amaban)

los brazos externos  de Raúl y Analía,
al arrojar la piedra,

aletearon
concordando.

. . .

Una nube
con talente de amor y de paloma

se volvió suavemente
cielo azul,

de mayo
y de Carhué.



UNO ES

Uno es también
-tras décadas y soplidos-

o es a veces,
-en domingos como estos donde galopa la lluvia-:

las calles de la infancia, sus viejos frentes,
las personas que han quedado en el tórax,

los estíos en Epecuén,
¡los abrazos del 2018!

. . .

Capa sobre capa,
¡tantas!,

que cuesta saber, a veces,
¡ay! dónde va quedando uno. Entre:

qué calles, qué frentes,
qué finaditos, qué estíos, qué abrazos,

¡qué decires y qué haceres!,
¡qué ayeres y qué presentes!

. . .

O si se es
¡toda esa enorme, añosa y perfumada cebolla!



ERAS JOAQUÍN (a Joaquín Penina)

Eras Joaquín, catalán, anarquista, albañil y de unos veintipico
y viniste a la Argentina.

Protestaste, junto con el mundo que protesta, por Sacco y Vanzetti
y fuiste a la cárcel.

Imprimiste y repartiste volantes contra el dictador Uriburu
y volviste a la cárcel.

“Porque amo a la Humanidad y a mis semejantes”, dijiste
y fuiste fusilado

y nunca
encontrado.

Cien metros del sur de  Rosario, cerca del gran río que va hacia el Padre Océano,
llevan tu nombre.

Cien metros,
diez mil centímetros.



LA LLUVIA

La lluvia es simple
como tu beso.

Va siempre en igual sentido:
desde los cielos hacia las tierras.

Moja el paraguas del caminante con paraguas
y es transparente como tu beso.

Cuando protesta
truena, relampaguea, descarga rayos y centellas.

Cuando enfurece, inunda
y sobre los techos rotos, es simplemente mala.

¡Mas cuando ríe!,
hace brotar el trigo y carcajear a los chicos que chapotean,

mas cuando cae sobre nuestras chapas nocturnas
me adormece en los cielos

tras tu simple beso
(como la lluvia).



EN EL DESCANSO (a blanquinegro)

En el descanso de la ventana,
en el sillón blanco de plástico y soleado,

sobre el aljibe
(donde asciende la Luna nuestra)

espera como esperando el gato naranjo
tu simple vuelta.

. . .

Por la cocina y el verano,
embebido en miel y sequedades,)
me adjunto.



QUIZÁS DORMIDO (a blanquinegro)

Quizás dormido en el aljibe de ladrillos
te asió la Luna atolondrada en el ascenso

y entre sus pechos redondos, plata y leche,
te llevó ante Aylan, surcando lo inmenso.

. . .

Aún me ubico en la noche por los techos
de acostada Carhué en la Yrigoyen... y te pienso.



LA NUBE

La nube se fue deshaciendo
por el cielo de Carhué en la siesta

y hebra tras hebra tras hebra
se fue ¡ay! sin regar la tierra.

. . .

Pasó un flamenco solitario,
pasó su sombra en mi cuerpo fileteando

y por sus alas perdidas entre la nube
¡vile mil perlas al aire desgranando!

. . .

Nube, nube, nubecilla,
que a mi pecho ¡ay! se le va el alma

¡qué a mi pecho se le va en un suspiro
por el cielo del pueblo en calma!



LAS BERENJENAS (al 22 de febrero de 2019 en Plaza Constitución)

Las berenjenas
como brillantes granadas,

rodaron por las baldosas
de la "Constitución" ya sin palomas.

. . .

Desde el blanco abrigo y el cielo azul
la mano ajena de la mujer

desarticuló, una a una,
hacia el simple plato de su mediodía.



ROCÍO ERA PEQUEÑA

Rocío era pequeña y rolliza,
con treinta y ocho años ayer cumplidos.

Andrés, delgado y macilento,
dos años menos.

Ni una monedita de esas nuevas
¡ay! nadie daba por ellos.

. . .

Solían encontrarse
en la oscuridad de un galpón con olor a arpillera, trigo y sal

a la hora en que los grillos chirriaban
y los gatos crujían huesitos de lauchas.

Solían apenas hablarse
y desnudar escasamente,

y ello,
cual interruptor de la Vía Láctea,

¡prendía leguas y leguas del Masallé
en cientos de fogatas y fogatitas bellas!

. . .

La Luna, aún con olor a azahar de limones
les custodiaba.



Y LA BELLEZA Y LA VERDAD

Y la Belleza y la Verdad,
hijas errantes de la Humanidad,

¡se recordaron en la Utopía
hermanas!

La Belleza le entregó entonces
¡"La Gioconda" de da Vinci era tan pequeña!

al órgano por ella más preciado:
su letra inicial y mayúscula

¡que era de luna del aljibe mío, de Aylan
y recién lustrada!

La Verdad de Tantos y Tantos y Tantos hizo lo suyo
y fueron

-bajo el aromo del fondo-:
Berdad y Velleza.

. . .

Nada hubo en ello de horror,
nada de humor.

Fue en mi creo,
en algún otro,

en la "Noche de verano" de Pettoruti,
en el camino de Lohana.



AL PINÁCULO DEL AROMO (a blanquinegro)

Al pináculo del aromo subí con la vieja escalera
y por ésta fui,

más arriba,
más arriba.



Vi en ello
los techos de las nubes enchapando

una Epecuén lustrosa
y mil flamencos.

...

Seguí, y siendo ya noche,
¡alcancé el lado oscuro de la Luna!

Y allende,
rompí el terciopelo donde moran las estrellas

y allende,
¡pleno de granos frescos en la vejiga!

nadé,
como fiel mascota,

hasta la isla donde sueñan y sueñan
los gatos blancos y negros.



TRATO DE SER

Trato de ser
-como tantos,

como lo fuiste vos Antonio Machado-
bueno

¡en el buen sentido de la palabra,
en el bello de la acción!



LEJOS SEA

¡Lejos sea
el poder de mi corazón endeble!

¡Lejos la riqueza y la gloria!
“mazorcas de puerqueríos”



OTRA HISTORIA

Otra historia me dice,
¡y me embelesa!,

que la Luna aljibera desciende por el lago
cosquilleando al Masallé de Tres Lagunas

y entre arroyos subterráneos, secretos, milenarios,...
regresa al uterino pozo

arrastrando consigo una bandada de eternas mariposas
al cruzar bajo la enagua de la Bella Plaza.

. . .

El agua llovida del aljibe
¡llena de salitre y fosforescentes artemias salinas! parece confirmarlo.



EL TREN SARMIENTO

El tren Sarmiento partió
hacia el borde de la Tierra donde los océanos caen como colosales cataratas hacia el abajo del Universo

¡y ya
no vuelven!

. . .

Carhué,
en la mitad de Aquélla,

me dio la bienvenida,
posiblemente, sin recordarme.

Fue con un suave aire vespertino
que imaginé deslizarse por la vieja Pueyrredón en un transparente mateo insonoro y fileteado.

. . .

El negocio de Massa, con su largo mostrador amaderado y su arrinconada verdulería,
seguía ruidosamente en la San Martín cercana a los 80

de Malvinas y Epecuén
de Mar del Plata, Virus y Soda Stereo.

. . .

Nada sabía yo
de esa Luna de sólo acá que ascensionaba por el aljibe casero.

Pasaría cierto tiempo de pueblo
hasta verla tras la ventana del vidrio roto y enamorado.



COMO UNA ARAÑA
 
Como una araña que teje su red
entre las hojas de la noche aseada

(solitaria yendo y solitaria viniendo
tras una sutil y bella celada)

¡así el poeta teje su tela
bajo la Luna de Carhué, del aljibe soltada!

. . .

Solitarias sus manos sobre la hoja,
van y vienen por la oración ovillada

mientras el niño pobre, pobre duerme,
con olor a piel recién bañada

y la sal del Epecuén cual encaje
a las estrellas confunde, ¡diamante y osada!

. . .

Así... esperando como la araña,
como algunos cosas del universo, ¡duendes y hadas!...

así el escritor avizor espera
¡tal lectora de toda razón desprevenida!

¡tal leedor del corazón caliente, abierto!
para cerrar en la noche ¡tela bella y celada!



ME HE OBSERVADO

Me he observado,
merodeándome sigilosamente:

¡no tengo otra forma de escribir
que la forma

-casi de mascota-
cuando soy tu lectura!



LA BANDERA

La bandera tuya y mía
es estrategia:

- mansa en su color de dos cielos y una nube
¡mostrándose!

- aguerrida en su camino de la memoria por la verdad y la justicia
¡siendo!



HASTA

Has
ta:

- qué roca del Aconcagua jamás tocada,
- qué pliegues sagrados de la Bandera Nuestra,

- qué aulas de mi Escuela Pública,
- qué verso de Hernández perdido,

- qué quebrada escondida de la Pachamama,
- qué palo borracho de flor blanca en el Impenetrable,

- qué páramo de Malvinas
¡donde aún flota la presencia heroica de nuestros soldados!,

- qué nuevo jubilado con la mínima, qué nuevo desempleado,
- qué nuevo empobrecido,

¡ay!
- qué nuevos niños empobrecidos . . .

¿llegará la sombra
de esta deuda?



LAS HOJAS

Las hojas,
de la enredadera donde la tía Hilda en el 2003 acariciaba dos gatos pasajeros,

tienen este domingo
el color y el crujir de las galletitas de agua abandonadas el lunes en el horno caliente

más
una obstinación otoñal por las decoloradas baldosas rojas.

. . .

Barro unas,
caen otras y otras.

. . .

El gato naranja, entre la miel de este domingo,
ovilla sobre el sillón de plástico blanco

y la tía Hilda, entre mis recuerdos,
¡se va cubriendo de hojas de enredadera y galletitas de agua!

. . .

Me le acerco atravesando otoños y desmemorias,
los gatos pasajeros

-como ella-
ya se han ido.



VERBENA SE HABÍA TEÑIDO

Verbena se había teñido el pelo verde al cumplir 80 años.
Chillón. Cotorra.

Cuando se acostaba sobre el césped vibrante de la Bella Plaza,
se perdía. Su rostro ajado era una flor más.

Cerca de las rosas, era una rosa.
Cerca de otras flores, otra flor con abejas.

. . .

Al caminar imperdible por la Colón
se le veía desde lejos.

Su pelo verde la delataba.
Delataba sus valiosos 80 años,

la locura que le fuera impuesta
por ese color en tiempo y lugar indebidos

más su caminar hacia el Cristo de Salamone
¡cómo un pequeño arbolito escapando del lugar plantado!

. . .

Verbena añosa,
iba con su pelo cotorra así:

¡cómo un pequeño arbolito!
¡cómo un aspaventoso plumero de techo!

Detrás,
donde brotaba la miel de su colmena grata,

llevaba colibríes haciendo nidos
y en los nidos hechos... ¡moléculas de colibríes naciendo!



COMO ALGUNOS
 

Como algunos construyen cuidadosamente su muerte
¡ay! por esas cosas personales tan tortuosas,

Federico, en el anverso, construía cuidadosamente su vida
bendecido por una extrañísima bonanza. Austera. Austera.

. . .

Temprano, habría la ventana del cuarto -detenido en la noche-
hacia la Razquin

para recibir colmado, la luz y el aire de la mañana 

más el beso abierto de Lucía.

. . .

Lavaba su rostro levantado
en ese baño -de azulejos azules y uno rajado- frío

¡mientras el sicalíptico beso seguía en su cuerpo
y su cuerpo aromaba de fresco jabón la pequeña casa, la Razquin y las vías largamente calladas,...)

. . .

Con ganas de quedarse interminablemente,
Federico partía al trabajo

por la espaciosa Avellaneda hacia el lago
volviéndose ajeno al alejarse.

. . .

Entre el 3 y el 4 de abril,
Esteban, un tío senil, había fallecido bajo una higuera seca, ¡desnudo y desfigurado!

recordó, al cruzar la Moreno y sin comprender,
mientras el beso de Lucía seguía claro en su cuerpo.




EL AROMA

El aroma de su cuello
me embistió de un saque contra bahías jamás descubiertas

encallando una y otra vez con cada furioso oleaje, 

¡con cada obsceno beso!

. . .

Pedazos de todo aquello,
sobrevivieron desperdigados

al pie de sus blancos y traidores acantilados.
Pedazos ¡y a duras penas!

. . .

El aroma eterno y Pisínoe de su cuello,
tras mil noches de luna ahuyentada,

llamó nueva y urgente
hacia otras bahías.

. . .

Y partí,
¡Ulises sin ataduras!,

hacia
cualquiera. 




EN AQUEL EUCALIPTO (JUANA)

En aquel eucalipto ya muerto,
-donde la sal del Epecuén

quizás termina,
quizás comienza-

él le había hablado de todos sus días:
- de los naranjas,

- de los callados,
- de los que no fueron,

- de los que tuvieron dos, tres, cuatro soles,
- de los que regresaban continuamente,

- de los que no partían,
como enganchados en el cayado aórtico,

- de los compartidos con ella,
uno a uno.


. .

Desde el vientre
comenzó a recordarlos.

. . .

El sol,
uno sólo,

baja
ba.




TE SURCÓ LA BALA MERCENARIA (contra la esclavitud infantil)

Te surcó la bala mercenaria,
donde no debía.

Fue un 16 de abril del 95
en vos, Iqbal Masih,

pakistaní
de 1,20 y 13 años y

¡donde no
debía!

. . .

Donde no debía...
la bicicleta en sangre,

los telares rojos, las alfombras manchadas,
la esclavitud infame,

los cuerpos chiquitos
y tu voz grande:

- ¡No compréis ninguna de estas alfombras!
(¡que los telares sangre hilan

y estos tapices por lascivos pisos
son sudarios de nuestras infantiles vidas!)

. . .

16 de abril de 2019,
¿queda algún niño esclavo?:

¡golpeemos las puertas de esas fábricas!
¡golpeemos las puertas de nuestras conciencias! 




SUS DÍAS

Sus días eran ¡extrañamente! plácidos
con la placidez del verde del aromo al saberse siempre verde.

Eran plácidos
-extrañamente y pese a marzo-:

sus amaneceres
¡veinte mil ochocientos cincuenta y dos!,

su canto desacorde
con la templada música del trabajo diario,

sus siestas con el olor al jazmín amarillo de la ventana sin pintar
y su cariño por Elvira,

sus atardeceres por la Colón hacia el lago con Elvira
en fríos y calores,

sus noches con bailarines en el televisor
y su cariño por Elvira.

. . .

Hubo muerto, abruptamente y hoy, en la tranquila diagonal de los liquidámbares)
y al parecer -extrañamente y pese a marzo- sonriendo...

¡con esa placidez del verde del aromo al saberse siempre verde
y su cariño por Elvira!

. . .

PD: Fue una vida plácida, sosegada, apacible, serena,...
(algunos cuchichearon: - aburrida. Otros pensaron: - ¡pelotuda!)




RIÓ LA NIÑA

Rió la niña en la plaza
¡abriose a su vera una rosa!

Un ave cruzó cantando
la niña miró curiosa.

El ave arrulló a la niña
¡y entonces abrió otra rosa!

Una y dos rosas abiertas
¡ah! la plaza y sus rosas.

Mi niña, mi niña riendo
¡ah! ¡la Vida y esas cosas!...




EL INDIVIDUALISMO

El individualismo es una cárcel
de ventanuca y barrotes imposibles.

Aislada. Silenciosa. Monótona. Soporífera.
Sin historia.

La luz de un celular, mientras dura, permite ver su moho.
Limpiar limpiamente las manos.

. . .

El individualismo es una cárcel de piedra
(de madera, es un ataúd)

La Palabra
lo rompe.




ME LLENO DE ARGUMENTOS

Me lleno de argumentos,
septiembre y metáforas,

de manos que no existen,
besos que vendrán,

cuando a tus tierras llego
en cada tarde nueva,

bajando hacia el lago
un chico en tobogán.

Me esperas
-te veo desde lejos-

y enciendes con tu risa
mis más gratas palabras,

mis brazos dormidos,
¡las mieles que hoy serán!